Recuerdo una de mis tardes de fotografía, en las que viví algo realmente especial, una sensación de estar en comunión con la naturaleza, de que hay algo superior a lo que todos pertenecemos, de que existe un diálogo que a todos nos es afín. Ese día, por unos momentos, dejé ir mi yo terrenal, mi mal educado ego y muchos otros lastres que me acompañan en el día a día.
Sentí que lo que estaba presenciando era lo real y quise que durara siempre.
En este atardecer, todo lo que me rodeaba posó complaciente ante mi objetivo y con un maternal abrazo desplegó toda su belleza a cada golpe de obturador. Esa tarde comprendí lo que otros artistas quisieron hace siglos transmitir con sus pinceles: Luz, sentimiento, naturaleza.
Con esta imagen quiero regalaros ese sentimiento en este año que termina y desearos un Feliz 2014.